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Mensaje  Jana Miér Sep 29, 2010 2:11 pm

La Tela Portabebé


INTRODUCCIÓN


Esta monografía sale de mi interés por los primeros momentos de la vida y por mi preocupación de prevención, de salud. La relación que tenemos con nuestro cuerpo tiene que ver con cómo lo hemos vivido a lo largo de nuestra vida. Durante la primera infancia se fraguan todos los elementos básicos, el “kit de supervivencia”, la base sobre la cual construimos las relaciones con nosotros/as mismos/as y con los/as otros/as así como nuestro equilibrio y salud psíquica.

Cuando nace un bebé, nace totalmente dependiente y pocas opciones tiene a su alcance. Se va construyendo desde lo que recibe de parte de sus cuidadores/as. Toma consciencia de su cuerpo, de sus necesidades, de sus deseos, a través del espejo de las relaciones.





¿Cuáles son las relaciones que desarrollan positivamente a los bebés? ¿Qué necesidades tienen? ¿Cómo atender esas necesidades? ¿Qué favorece una autoestima constructiva? ¿Qué favorece la adquisición de actitudes positivas ante el propio cuerpo, el cuerpo del otro y la vida? ¿Cómo poner las bases de una sexualidad plena y satisfactoria? Sin pretender dar la vuelta con detalle a todas estas preguntas, en esta monografía trataré de ofrecer una herramienta concreta, muy antigua pero a la vez recientemente re-descubierta en Occidente, que permite, en el día a día, ir fraguando unos bebés y futuros adultos felices. Pero antes de ofrecer esta herramienta, toca hacer el camino hacia ella…
SEGÚN CÓMO SE CONSIDERA AL BEBÉ, ASÍ SE TRATA

A lo largo de la historia, se ha considerado el bebé de maneras muy distintas. Y esas formas de verle se traducen en prácticas concretas, en formas de tratarle. La puericultura esta llena de ejemplos.

Cogemos por ejemplo cómo se veía el bebé en Europa del siglo XVI al siglo XVIII. Con sus miembros blandos, la cabeza que no se mantiene por sí sola y las piernas dobladas en posición fetal, se le consideraba como inacabado y parecido a un animalito. Para llevarle a la humanidad, hacía falta modelarlo, lo que llevaba el cortejo de prácticas tales como el masaje de la cabeza, ponerle un gorro apretado y envolverle en bandas para poner los brazos a lo largo del cuerpo, las piernas rectas y la cabeza en la prolongación del tronco.

Estas prácticas han ido (menos mal…) desapareciendo, y otras cogieron su lugar. En la actualidad, cohabitan dos formas de ver al bebé, se consideran dos formas de atenderle: como si fuera un gorrión, o como si fuera un canguro. ¿Cuál de las dos es la más acertada?

¿LOS HUMANOS SON COMO LOS PÁJAROS?

En la forma de ver a los bebés como gorriones, todo se centra alrededor de un nido agradable (la cuna, el parque,…) donde les llevamos lo que necesitan. Incluso se recomienda, cuando el bebé llora aparentemente sin necesidad especial, es decir que no tiene hambre, ni esta mojado, dejarlo llorar en su cuna, esperando que se tranquilice. Es la cultura de la distancia y del miedo a dar demasiado, de ser invadidos, de perder la libertad. Se considera que el bebé llora a veces sin razón. En estos momentos no se le coge en brazos por la sospecha de que si se lo coge se hará de él un bebé caprichoso que volverá a pedir más.

¿Podemos considerar los bebés como relojes, de quienes podemos atender el llanto solo si está en su hora de biberón o de cambio de pañales? ¿Porque no pensar que si el bebé llora, es realmente movido por una necesidad, quizás no física pero si afectiva? Su necesidad de cariño no se tiene en cuenta con esta forma de verle: ¿cuáles son los efectos a largo plazo que puede implicar esto? ¿Los bebés están de verdad adaptados a esta concepción de nido y de soledad entre los momentos de cuidados más específicos, aunque realizados con cariño?

¿A qué orden pertenece la especie humana? ¿Al orden de las aves o de los mamíferos? Por evidente que parece la respuesta, las consecuencias que este hecho implica no son tan claras en las prácticas cotidianas de crianza. Como humanos y occidentales que somos, nos toca observar las otras especies de mamíferos y las otras culturas humanas en busca de modelos de maternidad/paternidad más adecuado a las necesidades de nuestros bebés.

LOS HUMANOS, ¿MAMÍFEROS EXTRAÑOS, O AL CONTRARIO NORMALITOS?

Si consideramos a las crías humanas como lo que son, pequeños mamíferos, y que observamos cómo los otros animales crían a su prole, nos daremos cuenta que el modelo “gorrión” no es el más apropiado para nuestros bebés. Las características de los mamíferos, aparte de que dan de mamar, consisten en que la cría está en contacto con la madre durante todo su tiempo de “no-autonomía”.

Mirando a nuestros primos más cercanos, los primates, podemos observar una tipología según las características de la cría con las respectivas conductas de crianza.

El primer tipo es el “nidícola”: la cría tiene los orificios auriculares cerrados al nacimiento, no saben moverse solos, toman pocas comidas pero muy ricas y les cuesta regular su temperatura corporal. Sobreviven gracias a un nido protector donde les deja la madre, donde se quedan tranquilos en ausencia de ella.
El ser humano no responde a esta definición: tiene capacidad de regular su temperatura, oye ya antes de nacer, come muchas veces (preguntarle a los recién padres y madres…) comidas poco energéticas y sí les importa quedarse solos en la cuna… Hasta los años 70, ésta era la concepción dominante en nuestra cultura y que sigue presente hoy en día en muchos consejos y creencias que reciben y/o tienen las madres, padres y familiares.

El segundo tipo es el “nidífugo”: las crías son una copia en miniatura de los padres. Saben seguir rápidamente a la madre tras el parto y necesitan quedarse a proximidad de ella.
Es evidente que en el caso de la cría humana, no es una mini-copia de un adulto. Le queda mucho por cambiar, no solo crecer, sino experimentar cambios profundos. Tampoco puede seguir a la madre tan rápidamente, no tiene ninguna autonomía. La opción “nidífugo” no le pega muy bien a la cría humana…

La biología conductista y la evolución del ser humano nos dice que este pertenece al tercer tipo, a los primates portadores, dicho también de tipo “marsupial”. Debemos esta definición al profesor Hassenstein, en 1970. “Portadora y portado” porque las crías de este tipo son capaces de agarrarse con sus manos y pies a los pelos de la madre, y están en contacto directo con ella. Si están solos, no están cómodos.
Los bebés humanos tienen esa misma necesidad de contacto, aunque no tienen la capacidad de agarrarse.
“Marsupial” porque los marsupiales nacen y suben a la bolsa de su madre donde siguen su desarrollo, portado de manera constante, piel a piel. A medida que va creciendo, la cría empieza a ir y venir a la bolsa, hasta que llega el día en que ya no la necesita.
Los bebés humanos necesitan como ellos de una “bolsa” para estar pegado a su cuidador/a. Así se sienten cómodos y tranquilos.

La especie Homo Sapiens, si decidimos referirnos tan solo a ella y no a sus antepasados, nace hace unos 150000 años. Desde este momento (y anteriores) hasta su sedentarización, que empieza para algunos grupos humanos entre 12000 y 10000 años antes de Cristo, el ser humano era exclusivamente nómada. El hecho de que sea de tipo “portador variante marsupial” demuestra una adaptación al estilo de vida nómada.

En efecto, no se puede hacer un nido fijo y moverse constantemente detrás de las manadas o rebaños. Desde aquel entonces, que para algunos pueblos sigue siendo su día a día, hasta ahora, no le ha dado tiempo a la especie humana de adaptarse al sedentarismo. Tanto la morfología (aspecto biológico) como las reacciones emocionales del bebé nos demuestran que está hecho para ser portado, para crecer en contacto íntimo con sus cuidadores hasta que lo necesite. Pero ¿cuáles son esos aspectos morfológicos y emocionales?

Los argumentos morfológicos:

Su cadera se beneficia de la posición en “rana” para desarrollarse. La posición “en rana” consiste en tener las piernas bien abiertas y dobladas con las rodillas situadas más alto que los cachetes. Es la posición que coge cuando esta portado.

Su columna se desarrolla y estira en tres fases durante el primer año, siguiendo la musculatura del tronco de arriba hacia abajo (vértebras cervicales, dorsales, lumbares). Inútil entonces preocuparse para que el bebé desde su nacimiento esté con la columna bien recta, apoyada sobre un colchón. Ya llegará el día, cuando se pondrá de pie, lo que coincide con el estiramiento de las lumbares.

Los argumentos emocionales:

El bebé, dejado solo, siente la soledad como un abandono, lo que le provoca terror y llanto. Para el bebé, estar solo significa la muerte. Por sí solo, no se puede valer, depende totalmente de los adultos que lo cuidan. Encontrarse solo es para él encontrarse en peligro, sin capacidad de defenderse si fuera necesario. No recibir atención a sus necesidades de proximidad y seguridad genera en el bebé una ansiedad vital.

Esta situación se acentúa aún más con bebés con sordera profunda: fuera de la vista, no pueden oír ni siquiera la presencia y la cercanía de las voces que conoce, y experimentan aún más rápidamente la soledad y abandono. Se quedan sin contacto piel a piel, sin contacto visual y sin contacto auditivo.

Sptiz (1887-1974) estudió una residencia donde se cuidaban de muchos bebés huérfanos. Tenían todo lo necesario con respeto a la higiene y alimentación. Pero como eran muchos, las enfermeras les cuidaban con guantes y tenían poco tiempo para ellos. Resultaba que había una mortalidad infantil muy alta que no se podía justificar con ninguna enfermedad. Sencillamente, los bebés se dejaban morir porque no recibían el afecto vital necesario para la sobrevivencia. Spitz nombró este fenómeno el hospitalismo.

Si lo que queremos es que sobrevivan nuestros bebés, no nos queda más remedio que atenderles con cariño y darles un poco de nuestro tiempo. Y eso lo hacemos, aún cuidándoles como si fueran pájaros.

Pero si queremos más, si queremos que crezcan con alegría, disfrutando de la vida, con confianza en ellos mismos, con seguridad y libertad, nos toca hacer algo más que atender con cariño sus necesidades físicas. Nos toca criarlos como mamíferos portadores y portados que son y que somos. Nos toca responder en la mayor medida posible a sus necesidades emocionales. Responder a ellas es darles confianza y autoestima.

Sin embargo, no llevamos incorporada una bolsa en nuestro cuerpo como los canguros. Pero sí tenemos la capacidad de crear herramientas, de crear formas de llevar a nuestras crías piel a piel. Mirando hacia otras culturas, veremos lo que ingeniaron para responder a esta necesidad.

EL CONTRASTE DE LAS CULTURAS

En Occidente, descubrimos poca tradición de llevar el bebé envuelto en una bolsa y a cuestas de su cuidador/a. Y si la vemos, desde mucho tiempo se encuentra asociada con la pobreza y la mendicidad.

Tener cuna, maxi-cosi, parque, relax, etc…. demuestra entre otras cosas la capacidad económica de la familia. Pero, ¿cómo se atiende a los bebés en otras culturas? ¿Tanto dinero hace falta para hacerles felices?

Lo que sorprende siempre a los occidentales que visitan los países donde reina la pobreza material, es la sonrisa y alegría de los chiquitines: parece que no les afecta no tener de todo. Son pobres… pero ricos en lo más importante: las relaciones humanas. Y mirando en nuestro Occidente rico y lleno de confort, nos encontramos con muchos/as niños y niñas inseguros/as y agresivos/as. ¿Dónde está el secreto?

No pretendo tener la única respuesta a este fenómeno, pero leyendo los extractos de los dos libros siguientes, podemos encontrar algunos elementos de respuesta. (Traducción hecha por mí desde el francés)

Libro: “Bébés du monde” de Béatrice Fontanel y Claire d’Harcourt.


“Encajado contra el armazón de la espalda o contra la cadera de su madre, acunado en el hueco de un paño o en un portabebé en piel – a menudo hecho con el animal sacrificado con ocasión de su “bautismo”-, el bebé africano va a poder afrontar el mundo con suavidad, acurrucado contra su madre como si estuviera en su vientre. El portabebé mismo está cargado de símbolos en relación con la maternidad: en Rwanda, la misma palabra se emplea para designar la placenta y la piel de cordero dentro de la cual se coloca al bebé. Para los Dogos en Malí, las telas para llevar a los niños están hechas de bandas de tela teñidas en azul índigo que evoca el líquido amniótico.



Sur Congo Perú




Mujer Inuit

Esta relación se encuentra en numerosas regiones del mundo: así, para los Incas de Colombia, símbolos representando la placenta son tejidos en la tela destinada a sostener al niño. La bolsa que forman algunos portabebés recuerda directamente el útero: el capuchón de la chaqueta de la mujer Inuit dentro de la cual su bebé, completamente desnudo, esta calentito contra el cuerpo de su madre; la red dentro de la cual se lleva al niño en Nueva Guinea que, como el útero, se estira o estrecha según la posición del niño. Quizás sea por esa estrecha relación entre embarazo y “porte” que los portabebés son a menudo objetos muy importantes y personales, que se utilizan raramente para dos niños, como para los Matiz en Amazonia, donde, para cada niño de pecho se teje un nuevo portabebé con las fibras del cogollo de una palmera. “

Libro: « Moeurs et sexualité en Océanie », Margaret Mead, Ed. Plon, 1963 (Acerca de la primera infancia en los Arapesh, tribu del norte de Nueva Guinea)

“¿Cuales son los factores determinantes de su primera educación que lo grabarán como un ser en paz, satisfecho de su suerte, ignorando la agresividad y los celos, como un ser bondadoso, tierno y confiado? (…) Durante sus primeros meses, el niño no se queda nunca alejado de los brazos de alguien. Cuando la madre se desplaza, lleva a su niño de pecho en una bolsa de red con el asa tendida sobre su frente o en bandolera en una tela de corteza (…) Si está nervioso o agitado, se lo lleva siempre en bufanda para poder darle el consuelo del pecho lo más rápido posible. Un niño que llora es una tragedia que hay que evitar a toda costa.”

Como podemos observar, en otras culturas el “porte” es una costumbre alrededor de la cual se desarrolla un universo simbólico, lo cual da testimonio de la importancia que se le concede.

Los bebés están la mayor parte del día a cuestas de alguien, amarrados a la espalda o barriga de la madre, hermana,… Los bebés acompañan siempre a sus cuidadores/as en sus actividades diarias y nunca se les deja solos.

Se percibe el portabebé como una prolongación del útero materno, como esta bolsa intermedia entre la vida intra-uterina y la vida autónoma. Con la misma función que la bolsa de los canguros…

Ofrecer al bebé una envoltura que comulga con las formas de su cuerpo le da seguridad. Estar pegado al cuerpo de su cuidador/a le permite sentir el olor, el calor, los latidos del corazón, los movimientos del cuerpo. Seguridad, tranquilidad, intimidad. El mejor cóctel para sentirse bien, para disfrutar del cuerpo suyo y del/de la otro/a, para la autoestima, para sentirse mecido, para desarrollar el placer global de su cuerpo. Para su desarrollo afectivo, relacional y sexual. ¿Y si una mayor intimidad da una mayor libertad? Llevar con frecuencia al bebé hace que tan solo respondamos a su necesidad natural de proximidad y de contacto corporal.

¿Qué tipo de envoltura podemos ofrecer a los bebés? ¿Con qué podemos llevarlos a cuestas y disfrutar juntos de esa intimidad y complicidad? A continuación, describo la mejor opción que ofrece el mercado “alternativo” y que además se puede fabricar, sin necesidad de comprarlo, claro está si uno/a es un manitas y tiene tiempo…

LA TELA PORTABEBÉ.

La tela portabebé es una banda de tela de una calidad especial, que no resbala, de entre 2m70 a 5m20 de largo y de más o menos 70 cm de ancho. La longitud depende del tamaño del/de la portador/a más frecuente. Con esta tela se pueden realizar distintos nudos que permiten llevar el bebé contra si mismo/a sobre el vientre, la espalda o la cadera, de manera confortable, bien sostenido y en contacto íntimo, desde el nacimiento hasta los 3 años.

Para quien esté interesado/a por los distintos nudos posibles, o por confeccionarlo, le remito a las páginas Web citadas en la bibliografía.

Ventajas /beneficios para el/la portador/a:

- Permite vivir en toda consciencia el contacto físico con el bebé.
- Permite a los papás construir una relación agradable e intensa con el bebé.
- Permite a la madre un momento de transición más suave entre la vivencia de la vida intra-uterina de su bebé y su vida extra-uterina.
- En caso de bebés largamente hospitalizados, prematuros o en caso de adopción, permite (r-) establecer este lazo “umbilical” que no tuvo lugar o que se cortó demasiado pronto y/o bruscamente.
- Al estar el bebé en contacto íntimo con el cuerpo del/de la portador/a, el peso se reparte de manera homogénea, casi respetando el eje del equilibrio del/de la portador/a (lo que no ocurre con otros sistemas de porte).
- Permite tener las manos libres y al mismo tiempo llevar al bebé, y seguir haciendo otras tareas.
- Permite andar por el campo, hacer las compras, viajar,… con más soltura que con carritos.

Ventajas/beneficios para el portado:

- Permite al bebé de tomar contacto suavemente con su medio, desde la protección de las sensaciones cercanas a su vida intra-uterina: olor, calor, latidos del corazón, ritmo de los movimientos o del andar,…
- Desde esa bolsa portadora puede abrirse al mundo exterior a su propio ritmo.
- Los movimientos constantes que recibe le proporcionan un masaje que le estimula y favorece su conciencia corporal. El sistema nervioso se refuerza y desarrolla: percepción, motricidad, equilibrio.
- Se duerme rápido, con una cara de placer, de tranquilidad, está relajado, en seguridad, sereno.
- Al sentir sus necesidades afectivas colmadas, está más receptivo a otras experiencias, a descubrir y aprender el mundo que lo rodea. Al sentirse seguro, se puede construir en toda confianza.
- Sus necesidades de proximidad, intimidad, de contacto y de seguridad son colmadas. Lo que le permite experimentar placer, relajación y confianza.

¿Cuál es la mejor medida en el uso de la tela portadora?

La mejor medida nos la enseñará el placer, tanto del/de la portador/a como del/de la portado/a. No pienso que hay que temer que el bebé no quiera salir de ahí: la curiosidad de explorar el mundo por sí mismo/a, la necesidad de moverse ponen límites naturales al hecho de ser portado.

CONCLUSIÓN

Necesidad de proximidad, de intimidad, de contacto, de seguridad. Son necesidades fundamentales. Colmadas, el bebé está más tranquilo y satisfecho. Colmadas, se desarrolla como un ser equilibrado, bien en su piel y en su mente. Así, construiremos una humanidad teniendo en sus manos los elementos de una sexualidad feliz: disfrutando de la intimidad, permitiéndose el placer, confiando en ella misma, estimándose, relacionándose desde la igualdad y el respeto al otro/a.



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